TODOS JUNTOS, TODOS SOLOS
En esta serie se explora el juego entre la cercanía y la distancia: el oxímoron de la soledad en la multitud. El ser solo, condición intrínseca de lo humano, puede presentarse yuxtapuesto a la presencia del otro y alterarlo todo. Existe una búsqueda para soportar lo inentendible y lo insoportable del ser que necesita de un semejante. Ahí podría estar el papel del otro: aquel que es y expresa su ser y, además, es el reflejo de uno mismo. Con ese otro cerca algo se comparte y algo se quiebra: en la compañía se establece el juego de roles que nos unifica y nos define indefectiblemente desde una distancia. Sólo con un otro se evidencia el truco del entendimiento que, como en un rito ancestral, permite que se instale una suerte de magia que nos pueda hacer bailar.
Recién en ese estado del asunto aparece la reflexión temporal: estas escenas no son más que instantes que se ubican entre una cosa y la siguiente, entre una taza de café y el segundo tema del disco, entre una pincelada y eso que todavía no dije pero que está a punto de enunciarse.
La pintura entendida así me permite ser extranjera en mi propia vida, observadora que se olvida del ser persona, del ser hermana, del vivir en un tiempo lineal. Soy testigo de una infinidad de patrones acumulados, de miles de relaciones humanas, pero rescato, con mi obra ese momento y ese espacio en el que se enredan para definirse. Y entonces llega la empatía del saberse bailando, todos juntos, todos solos.